Como un mantra tibetano, la deconstrucción de Davidelfin se repite y repite en las rectilíneas siluetas, construyendo una decostrucción de los patrones, como si de un juego de tetris se tratara. El alma andrógina y minimalista de la firma se debate entre el elitismo de la conceptualidad y la comercialidad del éxito.
|
|